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¿Cuál es el secreto del Tarot y la Astrología?

Lejos de la imagen oscurantista y predictiva que habitualmente se les da, estos lenguajes tienen la increíble capacidad de guiarnos en la vida y orientar nuestro destino. Una astróloga nos cuenta qué hay detrás de cada viaje astral.

Popularmente conocemos a la Astrología y al Tarot a través de los horóscopos o de los rústicos personajes de las “adivinas”. Los asociamos a poca cultura y a predicciones mágicas o infantiles. Si nos damos la oportunidad de conocerlos con mayor  profundidad, se convierten en preciosas herramientas que lamentablemente aún no se utilizan de modo adecuado. El rudimentario uso que les damos desde una omnipotente idea de predecir literalmente el futuro nos ubica ante una imagen de ser "cavernícolas ante naves espaciales".

Aunque la tierra evidencia que todo es cíclico y atraviesa diferentes estaciones climáticas, nos cuesta aceptar que los humanos también formamos parte de este orden cíclico planetario. Sabemos acerca de las leyes herméticas y del principio de correspondencia. “Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba“; podemos sumar que “como es adentro, es afuera; como es afuera, es adentro”. Este el principio básico de la mirada para entender en profundidad a la astrología y al tarot. Esta correspondencia habla de niveles que co-responden unos a otros. El diseño del Cielo se corresponde con el de la Tierra. El orden del macrocosmos con el del microcosmos. El Sistema Solar con nuestro psiquismo. Esos planos -siendo diferentes- no están separados, sino vinculados en una dinámica de relación que no se detiene. Vivimos en continuo dinamismo. Tal como el cielo estamos en eterno movimiento, atravesamos estaciones de vida cuyas pautas se simbolizan en el Tarot y en la Astrología, no desde el determinismo sino desde la captación de climas y variables que ayudan a devenir más conscientes de nuestras posibilidades en cada momento. Reconocer los ritmos de estas etapas permite aprovecharlas mejor, adquirimos un mapa simbólico para atravesarlas con mayor conciencia. Reconocer y aceptar el eterno movimiento colabora en ser menos temerosos. Quedar fijado en el tiempo y demorar lo nuevo de cada ciclo sólo infantiliza y complica el mejor desarrollo futuro.

Nuestras creencias formales y nuestro conocimiento convencional no incluyen a la Astrología y al Tarot como saberes sensatos o fiables. Inclusive, antes de comenzar nuestra formación escolar nuestras estructuras mentales han sido formateadas para avalar sólo aquello que podemos comprobar de manera empírica o científica, tenemos fuertes acuerdos sociales sobre lo que es válido y lo que no lo es.

Anhelamos quietud y segura estabilidad, tendemos a cosificar los procesos, sin ver que nuestro mundo es una colección de procesos más que de cosas, todo está en proceso, nuestro cuerpo se modifica, nuestro planeta está en eterno movimiento. Desechamos lo que es evidente: nuestra movilidad permanente y nuestra esencia cósmica, pareciera que no tenemos el correcto lenguaje para nombrarlos o la formación no racional para incluirlos.

La Astrología y el Tarot funcionan como mapas de nuestro andar. Ante momentos de incertidumbre, de pérdida o de dolor, el efecto de estos lenguajes será similar a estar acompañado de un mapa o de un GPS en una ciudad desconocida. Estas herramientas no te advierten sobre un ladrón que se pueda cruzar en tu camino pero sí mostrarán cuantos kilómetros faltan para la próxima curva. Del mismo modo, pretender de estos lenguajes una predicción literal será infantil y forzado, pero si será posible adquirir una maravillosa orientación en el mapa de la vida.

Los lenguajes sagrados -como el Tarot y la Astrología- tocan el alma humana, a través de su conocimiento desarrollamos una serena lucidez hacia lo trascendente. Nos definimos según normas convencionales, no podemos dar registro consciente a lo no convencional, no vemos más allá de las normas. El entendimiento lógico no alcanza para abarcar los cuantiosos misterios de la existencia, solemos reducir el entendimiento de la vida a lo racional y alejamos la percepción de lo inexplicable nombrándola: “delirio, locura o misticismo”. Intentamos percibir el mundo reteniendo el caudaloso pulso de la vida para recortarlo en ideas racionales o en conceptos intelectuales. La excesiva valoración de la mente lógica deja de lado una cantidad de preguntas a las que no podemos dar respuestas.

La Astrología y el Tarot, distintos a los habitualmente promocionados, nos muestran a cada uno de nosotros como un misterioso complejo de símbolos aportando llaves para comenzar a desentrañarlos. Dejarnos ayudar por ellos requiere superar esquemas mentales “preformateados” desde lo académico. Ellos nos auxilian en el camino de retorno hacia nosotros mismos, nos revelan quienes somos más allá de las reglas sociales y familiares. Profundizando en estos lenguajes, nos liberamos de mandatos innecesarios, intuimos nuestra esencia, casi como un escultor que va permitiendo que aparezca la forma de lo creado quitando los excesos, deshaciéndose de las piedras de la formalidad y de los miedos.

La mayor riqueza de estos lenguajes consiste en el cambio de conciencia. Permiten ver lo que no puede ser visto con los ojos del intelecto. Provocan una revolución pues evidencian que lo que creíamos que era el mundo, no era. Nos muestran que el diseño del cielo y nuestras vidas son dimensiones en correspondencia. ¿Por qué le tememos, entonces, a semejante maravilla?

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