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Indice

 

  1. Teorías  sobre el origen físico de la homosexualidad :  
  2. Teorías  del vulgo sobre el origen de la homosexualidad :  
  3. Líbido  y  sociedad :  
  4. Sexualidad  y revolución

1. Teorías sobre el  origen físico de la homosexualidad

Homosexualidad debido a la actividad  hormonal

«El investigador inglés D.J.West considera que son tres las teorías  principales sobre el origen físico de la homosexualidad, y refuta las tres.

La primera de ellas intenta establecer que la conducta sexual anormal  proviene  de un desequilibrio de la proporción de hormonas masculinas y  femeninas,  presentes ambas en la sangre de los dos sexos. Pero los test  directos efectuados  en homosexuales no han arrojado un resultado que confirme  la teoría,  es decir, no ha demostrado una deficiente distribución hormonal.  Según  comprobaciones del doctor Swyer, en su trabajo "Homosexualidad, los  aspectos  endocrinológicos", la medición de niveles hormonales en  homosexuales  y heterosexuales no ha revelado diferencias.

Además, si la homosexualidad tuviese un origen hormonal -las hormonas  son  segregadas por las glándulas endocrinas-, se la podría curar  mediante  inyecciones que devolviesen el equilibrio endocrino. Pero no ha sido  posible, y  en su trabajo Testosterona en homosexuales masculinos psicóticos,  el  investigador Barahal explica que la suministración de hormonas masculinas  a  homosexuales hombres, solamente ha dado como resultado el aumento del deseo  que  siente el individuo por el tipo de actividad sexual a que está habituado.  En  cuanto a los experimentos efectuados con mujeres, el doctor Foss, en "La   influencia de andrógenos urinarios en la sexualidad de la mujer",  dice que las  grandes cantidades de hormonas masculinas administradas a mujeres  producen en  sí un notable cambio en dirección a la masculinidad,  pero sólo en lo que  concierne al aspecto físico: voz más  profunda, barba, disminución de senos,  crecimiento del clítoris,  etc.

En cuanto al apetito sexual, aumenta, pero continúa siendo normalmente   femenino, es decir que el objeto de su deseo sigue siendo el hombre, claro  está  si no se trata de una mujer ya con costumbres lesbianas. Por otra  parte, en el  hombre heterosexual, la administración en cantidad de hormonas  femeninas no  despierta deseos homosexuales, sino que redunda en una disminución  de la  energía sexual. Todo lo cual indica que la aplicación de  hormonas masculinas a  las mujeres y de hormonas femeninas a los hombres no  revela una relación entre  el porcentaje de hormonas masculinas y femeninas  en la sangre y los  correspondientes deseos sexuales. Se puede aseverar entonces  que la elección  del sexo del sujeto amoroso no guarda relación  demostrable con la actividad  endocrina, es decir las secreciones hormonales

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Intersexualidad

La segunda teoría importante sobre el posible origen físico  de la  homosexualidad es, según D.J.West, la referente a la intersexualidad.  Puesto  que ha sido imposible comprobar una anormalidad hormonal en los homosexuales,   se ha intentado rastrear otros determinantes físicos, alguna anomalía   desconocida, y determinados investigadores entonces se dieron a la tarea de   encuadrar la homosexualidad como una forma de intersexualidad. Intersexuales  o  hermafroditas son aquellos que no pertenecen físicamente por completo  a uno de  los sexos, si bien presentan rasgos de ambos. El sexo al que pertenecerá un   individuo se determina en el momento de la concepción, y depende de  la variedad  genética a que corresponda el espermatozoide que fecunda  al óvulo. Las causas  físicas de la intersexualidad no han sido  bien determinadas aún, por lo común  es producida por un trastorno  endocrino que se produce durante el estado fetal.  Son varadísimos los  grados de intersexualidad, en algunos las glándulas  sexuales internas  (ovarios o testículos) y la apariencia física son  contradictorias,  en otros las glándulas sexuales internas resultan mezclas de  testículos  y ovarios, y en otros los genitales externos pueden presentar todas   las fases intermedias entre los masculinos y los femeninos, hasta incluso tener   pene y útero contemporáneamente.

El investigador T.Lang en Estudios sobre la determinación genética    de  la homosexualidad, por ejemplo, aduce que los homosexuales varones     serían genéticamente mujeres cuyos cuerpos han sufrido una    completa inversión  sexual en dirección a la masculinidad; para    demostrar su hipótesis realizó  encuestas y llegó a la    conclusión de que se producen homosexuales varones en  las familias    que tenían exceso de hermanos y carencia de hermanas, resultando  así el    homosexual varón como un producto intermedio, de compensación    no  lograda.

Si bien el dato resulta interesante, la teoría formulada por Lang se debilita  fatalmente al no lograr explicar las características físicas normales de la gran  mayoría, 99 por ciento, de los homosexuales. En esto último se basa el  investigador C.M.B.Pare, Homosexualidad y sexo cromosomático, para  rebatir la teoría de Lang; según Pare, después de aplicar modernos métodos  microscópicos, identificó por igual como biológicamente masculinos a todos los  varones homosexuales examinados en una larga investigación, que incluía varones  homosexuales.

Por otra parte, la teoría de Lang es también refutada por J.Money  en su  trabajo Establecimiento del rol sexual, al afirmar que los  intersexuales,  a pesar de su apariencia bisexual, no resultan bisexuales  llegado el momento  de elegir el objeto de su deseo amoroso; los impulsos  sexuales de estos individuos,  dice Money, no siguen la pauta de sus glándulas  sexuales internas, según  tengan ovarios, testículos o glándulas mixtas. Los  deseos del  intersexual se adaptan a los del sexo en que han sido educados, aún   cuando sus cromosomas y las características dominantes de sus órganos  sexuales  externos e internos sean del sexo opuesto. De todo esto se puede deducir  que la  heterosexualidad y la homosexualidad, en todos los casos, sea el individuo  de  constitución física normal o no, son actividades adquiridas  a través de un  condicionamiento psicológico, y no predeterminados  por factores externos.

Herencia

La tercera y última teoría sobre el origen físico de  la homosexualidad, de  que se ocupa West, es la que propone el factor  hereditario. West señala que  pese a la seriedad de los estudios efectuados,  entre los que señala Estudio  gemelo comparativo de los aspectos  genéticos  de la homosexualidad  masculina, de F.J.Kallman, la vaguedad de las evidencias  presentadas no  permiten establecer que la homosexualidad sea una característica  constitucional  de tipo hereditario.

Teorías del vulgo sobre el origen de la  homosexualidad

Después de haber clasificado en tres grupos a las teorías sobre  el origen  físico de la homosexualidad, y de haberlas refutado una a  una, el ya citado  investigador inglés D.J.West en su obra Psicología  y psicoanálisis de la  homosexualidad, también considera  que son tres las más generalizadas  interpretaciones del vulgo sobre  las causas de la homosexualidad. West hace un  preámbulo señalando  como carentes de perspectiva a los teóricos que han tildado  de antinaturales  las tendencias homosexuales, a las que han adjudicado, sin  lograr demostrarlo,  causas glandulares o hereditarias. Curiosamente, West  contrapone a dichos teóricos,  como algo más avanzada, la visión que la Iglesia  ha tenido de  este problema. La Iglesia ha catalogado al impulso homosexual  simplemente como  uno más de los muchos impulsos "malvados" pero de índole   natural que azotan a las gentes.

  1. Perversión

La psiquiatría moderna en cambio concuerda en reducir al campo  psicológico   las causas de la homosexualidad. A pesar de ello, subsisten, como apunta West,   teorías difundidas entre el vulgo, carentes de todo sustento científico.  La  primera de las tres sería la teoría de la perversión,  según la cual el  individuo adoptaría la homosexualidad como un  vicio cualquiera. Pero el error  fundamental estriba en que el vicioso elige  deliberadamente la desviación  que  más le apetece, mientras que el homosexual no puede desarrollar  una conducta  sexual normal aunque se lo proponga, puesto que aún logrando  realizar actos  heterosexuales difícilmente eliminará sus más  profundos deseos  homosexuales.

  1. Seducción

La segunda teoría conocida entre el vulgo es la de la seducción.  En su  trabajo "Comportamiento sexual de jóvenes criminales",  T.Gibbons indaga en la  materia, y concuerda con West y otros investigadores  en que si bien un  individuo puede haber sentido deseos homoeróticos   -conscientes por primera  vez- estimulado por una persona de su mismo sexo que  se propuso seducirlo,  dicha seducción -que ocurre casi siempre en la  juventud- puede explicar  solamente que se inicie en prácticas homosexuales;  no puede en cambio  justificar que el fluir de sus deseos heterosexuales se  detenga.

Un incidente aislado de esa índole no puede explicar la homosexualidad   permanente, la cual en la mayoría de los casos resulta también  exclusiva, es  decir no compatible con actividades heterosexuales.

  1. Segregación

La tercera teoría aludida es la de la segregación, según  la cual aquellos  jovencitos criados entre varones solos, sin contacto con mujeres,  o viceversa,  mujeres criadas sin contacto con varones, iniciarían prácticas  sexuales entre  sí que los marcarían para siempre. S.Lewis, en  su obra Sorprendido por la  alegría, aclara que, por ejemplo,  los escolares pupilos tendrán  probablemente sus primeras experiencias  sexuales con otros varones, pero la  frecuencia de las prácticas homosexuales  en los pensionados está más vinculada  con la imperiosa necesidad  de una descarga sexual que con la libre elección de  su objeto amoroso.

West agrega que la sola falta de contacto psicológico con el sexo femenino,   ocasionado por la segregación total que comporta un internado o por  la  segregación simplemente espiritual de ciertos hogares, puede resultar  un  determinante de homosexualidad más importante que la realización  de juegos  sexuales en los colegios de alumnos internos.

3. Libido y  sociedad

El psicoanálisis, cuya característica principal es el sondeo  de la memoria  para despertar los recuerdos infantiles, precisamente sostiene  que las  peculiaridades sexuales tienen su origen en la infancia. En La   interpretación de los sueños, Freud postula que los conflictos  sexuales y  amorosos están en la base de casi todas las neurosis personales:  solucionados  los problemas de la alimentación y del reparo de la intemperie   -techo y  ropas-, para el hombre surge la emergencia de su satisfacción  sexual y  afectiva. A esa apetencia combinada la denomina libido, y  la misma se  haría sentir desde la infancia. Freud y sus seguidores sostienen  que las  manifestaciones de la libido son muy variadas, pero que las reglas  de la  sociedad obligan a vigilarlas en un constante acecho, sobre todo para  preservar  la base del conglomerado social: la familia. Las dos manifestaciones  más  inconvenientes de la libido resultarían por lo tanto los  deseos incestuosos y  los homosexuales.

Los seguidores de Freud se han interesado vivamente por las tribulaciones   que el individuo ha debido sufrir a lo largo de la historia para aprender a   reprimirse y así adecuarse a las exigencias sociales de cada época,  puesto que  sería imposible acatar las normas sociales sin reprimir muchos  de los propios  impulsos instintivos. La pareja matrimonial legítima,  como ideal propuesto por  la sociedad, no resultaría necesariamente el  ideal de todos, y los excluidos no  hallarían otra salida que reprimir  y ocultar sus tendencias socialmente  indeseables.

La libido infantil

Anna Freud, en Psicoanálisis del niño, señala  como forma neurótica  más generalizada la del individuo que al  tratar de controlar completamente  todos sus deseos sexuales prohibidos, e incluso  eliminarlos -en vez de  catalogarlos como inconvenientes socialmente pero naturales-,   reprime  demasiado, y se vuelve incapaz de disfrutar en toda circunstancia relaciones   desinhibidas con otra persona. Es así que un individuo puede perder  control de  sus facultades autorrepresoras y llegar a extremos como la impotencia,  la  frigidez y los sentimientos de culpa obsesivos.

El psicoanálisis señala también la siguiente paradoja:  es generalmente el  desarrollo precoz de la inteligencia y la sensibilidad en  los niños, lo que  puede inducirlos a una actividad represiva demasiado  fuerte. Está comprobado  que el niño posee libido desde que tiene  vida, y claro está, la manifiesta sin  la discriminación adulta.  Se encariña con toda persona que lo cuida y disfruta  en sus juegos con  su propio cuerpo y con el cuerpo de otras personas. Pero en  nuestra cultura   -agrega Anna Freud- se castigan muy pronto estas  manifestaciones y el niño  adquiere un sentimiento de vergüenza. Desde sus  primeros actos conscientes  hasta la pubertad pasa por el período de  latencia.

Complejo no  resuelto

Los freudianos ortodoxos, así como los disidentes sostienen que las  primeras  manifestaciones de la libido infantil son de carácter bisexual.  Pero a partir  de los cinco años ya se aprecian las diferencias sexuales,  el niño advierte la  diferencia del cuerpo de su madre, además  se le comienza a decir que cuando  crezca será como su padre, pero que  por el momento no debe aspirar a ser el  primero en los afectos de su madre,  es su padre quien ocupa ese lugar  privilegiado. El problema de cómo  sofocar los celos que el padre le suscita, en  general queda liberado enteramente  a la habilidad del niño, el cual se verá  entorpecido en la empresa,  una vez más, si su sensibilidad muy desarrollada le  demanda protección  y cariño, y especialmente si su inteligencia le permite  captar el triángulo  amoroso en que se encuentra encerrado: concientizar la  situación le  duplicará las dificultades.

Durante esa etapa del desarrollo, según el psicoanálisis, el  niño -o la  niña, en tensión de rivalidad directa con su  madre-, atravieso el dificultoso  tramo edípico, llamado así por  el héroe griego Edipo, que mató a su padre sin  saber quién  era, para casarse con su madre, a la que también desconocía:   enterado de su crimen Edipo se arrancó los ojos como holocausto a su  culpa [Ver  documento: Diccionario de Complejos:Complejo  de Edipo]. Freud,en Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad asegura  que en los niños es recurrente la fantasía incestuosa de expulsar  y  sustituir al progenitor rival, es decir el padre para el niño, y la  madre para  la niña, pero esas ideas suscitan intensa culpa y temor al  castigo.

La consecuencia es que el niño o la niña sufren tanto con el  conflicto que  mediante un esfuerzo inconsciente muy penoso logran reprimirlo,  o disfrazarlo  ante los ojos de la conciencia. El conflicto se resuelve durante  la  adolescencia, cuando la adolescente o el adolescente logran traspasar sus   cargas afectivas del progenitor o la progenitora a un muchacho o muchacha  de su  edad respectivamente. Pero quienes han desarrollado una relación  muy estrecha  con el progenitor del sexo opuesto -y su correspondiente e ineludible   sentimiento de culpa, o técnicamente complejo de Edipo-, se verán  en peligro de  proseguir toda su existencia con una sensación de incomodidad  ante cualquier  experiencia sexual, puesto que inconscientemente la asociarán  con sus culposos  deseos de incesto allá en la infancia.

El desenlace, cuando la neurosis se afianza, no siempre es el mismo, para  el  hombre se abre la posibilidad de la impotencia, el trato exclusivo con  prostitutas  -mujeres que de alguna manera no se parecen a su madre-, o más aún,  la posibilidad de responder sexualmente sólo a otros hombres. Para las  mujeres  la salida al conflicto no resuelto son principalmente la frigidez y  el  lesbianismo.

Identificación  con la madre

En su Teoría psicoanalítica de la neurosis, O. Fenichel  afirma que  la probabilidad de orientación homosexual es tanto mayor  cuanto más se  identifique el niño con la madre. Esta situación  se produce especialmente  cuando el padre está ausente totalmente del  cuadro familiar, como en los casos  de muerte o divorcio, o cuando la figura  del padre si bien presente resulta  repulsiva por algún motivo grave,  como el alcoholismo [Ver documento: Breve  guía hacia Alcohólicos Anónimos], la excesiva severidad  o la violencia  extrema del carácter.

El niño necesita un héroe adulto que le sirva como modelo de  conducta,  mediante la identificación, el niño irá absorbiendo  las características de  conducta de sus padres, y aunque de cierta manera  se rebele a obedecer sus  órdenes, inconscientemente incorporará costumbres  y aún manías de sus  progenitores, perpetuando los rasgos culturales  de la sociedad en que vive. Una  vez identificado con su padre, sigue Fenichel,  el niño adopta la visión  masculina del mundo, y en nuestra sociedad,  la occidental, esa visión tiene un  componente de agresividad -un rastro  de su antes discutida condición de amo-  que ayuda al niño a imponer  su nueva presencia. Por el contrario, el niño que  está adoptando  como modelo la figura materna y no encuentra a tiempo una figura  masculina  que contrarreste la fascinación materna, será socialmente  menospreciado  por sus rasgos afeminados, ya que no ostenta la rudeza propia de  un muchachito  normal.

Narcisismo

Freud, al respecto, comenta en su obra De la transformación de    los  instintos que en el varón homosexual, la más completa    masculinidad  mental puede a veces combinarse con la total inversión    sexual, entendiendo  por masculinidad mental rasgos como el valor, el espíritu    de aventura y  experimentación, y la dignidad. Pero en su obra posterior Una     introducción al narcisismo, elabora una teoría según    la cual el varón  homosexual empezaría una efímera fijación    materna, para finalmente  identificarse él mismo como mujer. Si el    objeto de sus deseos pasa a ser un  joven, es porque su madre lo amó a él,    que era un joven. O porque él querría  que su madre lo hubiese    amado así. En fin de cuentas, el objeto de su deseo  sexual es su propia    imagen.

Para Freud entonces tanto el mito de Edipo como el de Narciso son componentes  del conflicto original que da origen a la homosexualidad. Pero de todas las   observaciones de Freud sobre la homosexualidad, ésta ha sido la más  atacada,  objetándosele principalmente que los homosexuales cuya identificación  es  altamente femenina sienten como deseo sexual a tipos muy masculinos, o de  edad  pronunciadamente mayor.

Etapa anal de la  libido

Por otra parte, Freud, en la obra citada en primer término, habla del   desarrollo de la sensibilidad erótica y da otras pistas sobre las génesis  de la  homosexualidad. Afirma que el comienzo de la libido en los bebés  es de un  carácter marcadamente difuso, y que de allí hasta lograr  la educación de su  deseo y hacer que recaiga sobre una persona del sexo  opuesto con quien el  placer se logrará mediante la unión genital,  deberá pasar por otras etapas.

El mismo Freud amplió estos comentarios en Carácter y erotismo     anal, donde elabora la teoría siguiente: ciertos tipos anormales    de  personalidad, cuyos rasgos predominantes son la avaricia y la obsesión    por el  orden, pueden estar influido por deseos anales reprimidos. El placer    que  deriva la acumulación de bienes puede provenir de la nostalgia    inconsciente  por el placer que sintieron cuando pequeños al retener     -cosa muy frecuente  en los niños- las heces.

Por otro lado, la obsesión por el orden y la limpieza sería  la contraparte  de la culpa que han sentido por su impulso a jugar con heces.  En cuanto al rol  que pueda jugar la fijación anal en el desarrollo de  la homosexualidad, Freud  afirma que además de los influjos ya enumerados   -Edipo, Narciso-, hay que  tener en cuenta que todos esos impedimentos determinan  una interrupción en el  desarrollo del niño, una inhibición  afectiva que acarrea la fijación en la fase  anal, sin posibilidad de  acceder a la fase final, o sea la genital.

A esta aseveración, West responde que los homosexuales, al sentir prohibido   el camino que conduce a las relaciones genitales normales, se ven obligados  a  experimentar con zonas eróticas extragenitales, y en la sodomía  encuentran  -después de una adecuación progresiva- un tipo de  gratificación mecánicamente  directa, pero no exclusiva.

West agrega que el hombre que practica la sodomía no está necesariamente   fijado en la fase anal, así como el heterosexual que besa a su amiga  no está  necesariamente fijado en la fase oral. Por último señala  que la sodomía no es  un fenómeno exclusivamente homosexual, ya  que lo practican también las parejas  heterosexuales, mientras que individuos  de "carácter anal" ( o sea, avaros,  obsesos por la limpieza  y el orden, etc.) no sienten necesariamente  inclinaciones a la homosexualidad.

Represión  contra mutabilidad

En Tres ensayos sobre la teoría de la sexualidad, Freud señala  que  la represión, en términos generales, proviene de la imposición  de dominación de  un individuo sobre otros, siendo ese primer individuo  no otro que el padre. A  partir de tal dominación, se establece la forma  patriarcal de la sociedad,  basada en la inferioridad de la mujer y en la fuerte  represión de la  sexualidad. Además, Freud asocia su tesis de  la autoridad patriarcal con el  auge de la religión, y en particular  con el triunfo del monoteísmo [Ver  documento: Diccionario  de términos religiosos: Monoteísmo] en occidente. Por otra  parte, Freud se  preocupa especialmente por la represión sexual, puesto  que considera los  impulsos naturales del ser humano como mucho más complejos  de lo que la  sociedad patriarcal admite: dada la capacidad indiferenciada de  los bebés para  obtener placer sexual de todas las partes de su cuerpo,  Freud los califica de  "perversos polimorfos". Como parte de este  concepto, Freud también cree en la  naturaleza especialmente bisexual  de nuestro impulso sexual original.

En la misma línea de pensamiento, y en lo referente a la represión  primera,  Otto Rank considera el desarrollo que va de la dominación paterna  hasta llegar  a un poderoso sistema estatal administrado por el hombre, como  una prolongación  de dicha represión primera, cuyo propósito  es la cada vez mayor exclusión de la  mujer. Por su parte. Dennis Altman,  en su obra Homosexual, opresión y  liberación, hablando  de la represión sexual en lo específico, la relaciona  con la  necesidad, en el comienzo de la humanidad, de producir una gran cantidad  de  hijos para fines económicos y de defensa.

A propósito del mismo asunto, en El sexo en la historia, el   antropólogo británico Rattray Taylor señala que a partir  del siglo IV, antes de  Cristo, en el mundo clásico se verifica una represión  creciente de la  sexualidad y un desarrollo del sentimiento de culpa, factores  que facilitaron  el triunfo del concepto hebreo, más represivo del sexo,  sobre el concepto  griego. Según los griegos, la naturaleza sexual de  todo ser humano contenía  elementos tanto homosexuales como heterosexuales.

Volviendo a Altman, en su obra ya citada expresa que las sociedades  occidentales  se especializan en la represión de la sexualidad, represión  legitimizada por la tradición religiosa judeo-cristiana. Dicha represión se  expresa de tres modos interrelacionados: asociando sexo con:

  1. Pecado y su consiguiente sentido de culpa;
  2. La institución familiar y la procreación de hijos, como única     justificación;
  3. Rechazo de todo lo que no sea sexualidad genital y heterosexual.

Más adelante agrega que los "libertarios" tradicionales de  la represión  sexual luchan por cambiar los dos primeros puntos pero  olvidan el tercero. Un  ejemplo de ello sería Wilhelm Reich con su libro La  función del  orgasmo, cuando afirma que la liberación sexual  está radicada en el  orgasmo perfecto, el cual sólo se podríaobtener  mediante el acoplamiento  genital heterosexual de dos individuos pertenecientes  a la misma generación. Y  es bajo la influencia de Reich que otros investigadores  habrían desarrollado su  desconfianza de la homosexualidad y los anticonceptivos,  ya que dificultarían  el logro del orgasmo perfecto y por lo tanto serían  contrarios a la total  "libertad" sexual.

Sobre la liberación sexual, Herbert Marcuse en Eros y civilización aclara  que la misma implica más que la mera ausencia de opresión, la   liberación requiere de una nueva moralidad y una revisión de  la noción de  "naturaleza humana". Y después agrega  que toda teoría real de liberación sexual  debería tomar  en cuenta las necesidades esencialmente polimorfas del ser  humano. Según  Marcuse, en desafío a una sociedad que emplea la sexualidad  comoun  medio para un fin útil, las perversiones sustentan la sexualidad como   un fin en sí mismo; por lo tanto se colocan fuera de la órbita  de férreo  principio de "performance"  -término  técnico tal vez traducible como "rendimiento"-, o sea uno  de los  principales represores básicos para la organización del  capitalismo, y así  cuestionan sin proponérselo los fundamentos  mismos de este último.

Comentando este punto del razonamiento marcusiano, Altman agrega que cuando   la homosexualidad se vuelve exclusiva y establece sus propias normas económicas   dejando de apuntar críticamente a las formas convencionales de los homosexuales   para, en cambio, intentar una copia de éstos, se vuelve una forma de  represión  tan grande como la heterosexualidad exclusiva. Y más  adelante, comentando a  otro freudiano radical como Marcuse, Norman O. Brown,  y a Marcuse mismo, Altman  infiere que en última instancia lo que concebimos  como "naturaleza humana" es  tan sólo lo que ha resultado de  ella después de siglos de represión,  razonamiento que implica,  y en ello concuerdan Marcuse y Brown, la mutabilidad  esencial de la naturaleza  humana.

Canalización de la energía sexual

Como una variante del concepto de represión, Freud introdujo el término  "sublimación",  entendiendo por ello la operación mental mediante la cual se  canalizan  los impulsos libidinosos inconvenientes. Los canales de la  sublimación  serían cualquier actividad -artística, deportiva, laboral- que   permitieran el empleo de esa energía sexual, excesiva según los  cánones de  nuestra sociedad. Freud hace una diferencia fundamental entre  represión y  sublimación al considerar que esta última  puede ser saludable, ya que resulta  indispensable para el mantenimiento de  una comunidad civilizada.

Esta posición ha sido atacada por Norman O.Brown, autor de Vida    contra  muerte, quien en cambio propicia un regreso a esa "perversión    polimorfa"  de los bebés descubierta por Freud, lo cual no implica    una eliminación total  de la represión. Una de las razones que    aducía Freud en su defensa de una  represión parcial, era la    necesidad de sujetar los impulsos destructivos del  hombre, pero tanto Brown    como Marcuse refutan este argumento al sostener que  los impulsos agresivos    no existen como tales si los impulsos de la libido  -preexistentes- hallan    su modo de realización, es decir, su satisfacción.

La crítica que ha recibido Brown a su vez, parte de la suposición  de que una  humanidad sin diques de contención, es decir de represión,  no podría organizar  ninguna forma de actividad permanente. Es entonces  que Marcuse interviene con  su concepto de "surplus  repression",  designando estos términos aquella parte de la represión  sexual  creada para mantener el poderío de la clase dominante, pese a no  resultar  imprescindible para mantener una sociedad organizada que atienda a las  necesidades  humanas de todos sus componentes. Por lo tanto, el avance principal  que supondría  Marcuse con respecto a Freud, consistiría en que éste toleraba   cierto tipo de represión por el hecho de preservar la sociedad contemporánea,   mientras que Marcuse considera fundamental el cambio de la sociedad, sobre  la  base de una evolución que tenga en cuenta los impulsos sexuales originales.

Ésa sería la base de la acusación que representantes  de las nuevas  tendencias psiquiátricas formulan a los psicoanalistas  ortodoxos freudianos,  acusación según la cual estos últimos  habrían buscado -con una impunidad que se  agrietó notablemente  a fines de los años sesenta-, que sus pacientes asumiesen  todo conflicto  personal para facilitarles la adaptación a la sociedad represiva  en  que vivían, no para que advirtieran la necesidad de cambiar dicha  sociedad.

En El hombre unidimensional, Marcuse afirma que originalmente el  instinto sexual  no tenía limitaciones temporales y espaciales de sujeto y  objeto, puesto que la sexualidad es  por naturaleza "perversa polimorfa". Yendo  aún más allá, Marcuse  da como ejemplo de "surplus  repression" no  solamente nuestra total concentración en la copulación  genital sino también  fenómenos como la represión del olfato y el gusto en la  vida sexual.

Por su parte, Dennis Altman, comentando favorablemente en su libro ya citado   estas afirmaciones de Marcuse, agrega que la liberación no debería  solamente  eliminar la contención sexual, sino también proporcionar  la posibilidad  práctica de realizar esos deseos. Además sostiene  que sólo recientemente hemos  advertido que mucho de lo que se  consideraba normal e instintivo, especialmente  en la estructuración  familiar y en las relaciones sexuales, es en cambio  aprendido, por lo cual  sería necesario desaprender mucho de lo que hasta ahora  se ha considerado  natural, incluso actitudes competitivas y agresivas fuera del  campo de la sexualidad.  Y dentro de la misma línea, la teórica de la liberación  femenina Kate Millet dice en su libro Política sexual que el   propósito de la revolución sexual debería ser una libertad  sin hipocresías, no  corrompida por las explotadoras bases económicas  de las alianzas sexuales  matrimoniales, es decir, el matrimonio.

Además, Marcuse propicia no sólo un libre fluir de la libido,  sino también  la transformación de la misma: o sea el paso, de  una sexualidad circunscripta a  la supremacía genital, a una erotización  de la entera personalidad. Se refiere  entonces a una expansión más  que a una explosión de la libido, una expansión  que llegue a  cubrir otras áreas de las actividades humanas, privadas y  sociales,  por ejemplo las laborales. Agrega que la entera fuerza de la  moralidad civil  fue movilizada contra el uso del cuerpo como mero objeto, medio  e instrumento  de placer, ya que esa cosificación fue considerada tabú y  relegada  a despreciable privilegio de prostitutas, degenerados y  pervertidos.

Al margen de esa posición, J.C.Unwin, autor de Sexo y cultura,   después de estudiar las regulaciones maritales de 80 sociedades no civilizadas,   parece apoyar la suposición muy generalizada de que la libertad sexual  conduce  a la decadencia social, ya que, según el psicoanalista ortodoxo,  si el  individuo no sucumbe a la neurosis, la continencia sexual impuesta puede  ayudar  a canalizar las energías por vías socialmente útiles.  Unwin concluyó de su  exhaustivo estudio que el establecimiento de las  primeras bases de una sociedad  organizada, su posterior desarrollo y su apropiación  de terrenos vecinos, o sea  las características históricas de  toda sociedad pujante, se dan solamente a  partir del momento en que se implanta  la represión sexual.

Mientras que las sociedades donde se permiten relaciones sexuales libres  -prenupciales,  extraconyugales y homosexuales- permanecen en un subdesarrollo  casi animal.  Pero al mismo tiempo, Unwin dice que las sociedades estrictamente  monógamas  y fuertemente represivas, no logran sobrevivir mucho tiempo, y si lo  logran  en parte, es mediante el sometimiento moral y material de la mujer. Por  lo  tanto, Unwin expresa que entre la angustia suicida que provoca minimizar las  necesidades sexuales y el extremo opuesto del desorden social por incontinencia  sexual, debería hallarse una vía razonable que constituyera la  solución del  grave problema. O sea la eliminación de la "surplus  repression" de que habla Marcuse.

Tolerancia

En una encuesta citada por el sociólogo J.L.Simmons en su libro  Desviaciones,  se establece que los homosexuales son objeto de un  rechazo considerablemente  mayor por parte de la gente que los alcohólicos,  jugadores compulsivos,  ex presidiarios y ex enfermos mentales

En Hombre, moral y sociedad, J.C.Flugel dice al respecto que quienes  en la infancia se han identificado a fondo con figuras paternas o maternas  de  conducta muy severa, al crecer abrazarán causas conservadoras y  les fascinará  un régimen autoritario.

Cuanto más autoritario el líder más confianza les despertará,  y se sentirán  patrióticos y muy leales al luchar por el mantenimiento  de las tradiciones y  las distinciones de clase, así como de los sistemas  educacionales de rígida  disciplina y de las instituciones religiosas,  mientras que condenarán sin  piedad a los anormales sexuales. En cambio,  aquellos que en la infancia de  algún modo rechazaron - a nivel inconsciente,  emotivo o racional- dichas reglas  de conducta de los padres, favorecerán  las causas radicales, repudiarán las  distinciones de clase y comprenderán  a quienes tienen inclinaciones poco  convencionales, por ejemplo, los homosexuales.

Por su parte, Freud en Carta a una madre norteamericana, dice que   la homosexualidad si bien no es una ventana tampoco debe considerarse motivo  de  vergüenza, ya que no es un vicio ni una degradación, ni  siquiera una  enfermedad; tan solo resulta una variante de las funciones sexuales  producida  por un determinado detenimiento del desarrollo sexual. En efecto,  Freud juzga  que la superación de la etapa de "perversión  polimorfa" del niño- en la que  están involucrados impulsos  bisexuales-, debido a presiones socioculturales, es  un signo de madurez.

En esto disienten algunas escuelas actuales del psicoanálisis, las  cuales  entrevén en la represión de la "perversión  polimorfa" una de las razones  principales de la deformación del  carácter, sobre todo la hipertrofia de la  agresividad. En cuanto a la  homosexualidad misma, Marcuse señala que la función  social delhomosexual  es análoga a la del filósofo crítico, ya que  su sola  presencia resulta un señalador constante de la parte reprimida  de la  sociedad.

Sobre la represión de la perversidad polimorfa en Occidente, Dennis  Altman,  en su libro ya citado, dice que los dos componentes principales de  dicha  represión son por un lado la eliminación de lo erótico  de todas las actividades  humanas que no sean definidamente sexuales, y por  otro lado la negación de la  inherente bisexualidad del ser humano:  la sociedad asume sin detenerse en  reflexión alguna, que la heterosexualidad  es la sexualidad normal.

Altman observa que la represión de la bisexualidad se lleva a cabo  mediante  la implantación forzada de conceptos histórico-culturales  prestigiosos de  "masculinidad" y "feminidad", los cuales  logran sofocar los impulsos de nuestro  inconsciente y aparecer en la conciencia  como única forma de conducta, al mismo  tiempo que logran mantener a  lo largo de siglos la supremacía masculina. En  otras palabras, roles  sexuales claramente delineados que se van aprendiendo  desde niños. Además,  sigue Altman, ser macho o hembra queda establecido, ante  todo, a través  del otro: los hombres sienten que su masculinidad depende de su  capacidad de  conquistar mujeres, y las mujeres sienten que su realización puede  solamente  obtenerse ligándose a un hombre.

Por otra parte, Altman y la escuela marcusiana concedan el estereotipo del   hombre fuerte que se les presenta a los varones como modelo más deseable  a  emular, ya que dicho estereotipo propone tácitamente la afirmación  de la  masculinidad mediante la violencia, lo cual explica la vigencia constante  del  síndrome agres ivo en el mundo.

Por último, Altman señala la falta de forma alguna de identidad  para el  bisexual en la sociedad actual, y las presiones que sufre de ambos  lados,  puesto que la bisexualidad amenaza tanto alas formas aburguesadas de  vida  homosexual exclusiva como a los heterosexuales, y esta característica   explicaría el por qué la bisexualidad asumida es tan poco común.

Y en cuanto al conveniente, pero solo ideal- hasta hace pocos años-,    paralelismo entre las luchas de liberación de clases y las de liberación   sexual, Altman recuerda que a pesar de los desvelos de Lenin a favor de la   libertad sexual en la URSS, por ejemplo el rechazo de legislación  anti-homosexual,  estas leyes fueron reintroducidas en 1934 por Stalin, y el  prejuicio contra  la homosexualidad como una "degeneración burguesa" se afianzó  así en  casi todos los partidos comunistas del mundo.

En otros términos comenta Theodore Roszak, en su obra El nacimiento    de  una contracultura, el movimiento de liberación sexual.    Allí expresa que  la mujer más necesitada, y desesperadamente,    de liberación, es la "mujer" que  cada hombre lleva encerrada    en los calabozos de su propia psiquis. Roszak  señala que sería ésa    y no otra la siguiente forma de represión que es preciso  eliminar,    y lo mismo en lo que respecta al hombre maniatado que hay dentro de  toda    mujer. Y Roszak no duda de que todo ello significaría la más     cataclismática reinterpretación de la vida sexual en la historia    de la  humanidad, ya que replantearía todo lo concerniente a los roles    sexuales y al  concepto de normalidad sexual vigente en la actualidad.

4. Sexualidad  y revolución

La calificación de perversidad polimorfa que Freud da a la libido  infantil-referida  a la indiscriminación del bebé para gozar de su cuerpo y del   de los demás- es también aceptada por estudiosos de más  recientes promociones  como Norman O. Brown y Herbert Marcuse. La diferencia  de éstos con Freud, ya  apuntada, consiste en que Freud considera positivo  que la libido se sublimice  en parte y se canalice exclusivamente por vías  exclusivamente heterosexuales, y  definidamente genitales, mientras que los  pensadores más recientes consideran y  hasta propician un regreso a la  perversidad polimorfa y a la erotización más  allá de la  sexualidad meramente genital.

De todos modos, la civilización occidental, afirma Fenichel, impone  a la  niña o al niño los modelos de su madre o su padre, respectivamente,  como únicas  identidades sexuales posibles. La probabilidad de orientación  homosexual, según  Fenichel, es tanto mayor cuanto más se identifique  la criatura con el  progenitor del sexo opuesto, en vez de acontecer lo común.  La niña que no halla  satisfactorio el modelo propuesto por su madre,  y el niño que no halla  satisfactorio el modelo propuesto por su padre,  estarían entonces expuestos a  la homosexualidad.

Aquí es conveniente señalar los trabajos recientes de la doctora  danesa  Anneli Taube, como Sexualidad y revolución, donde expresa  que el rechazo  que un niño puede experimentar con respecto a un padre  opresor -símbolo de la  actitud masculina autoritaria y violenta-, es  de naturaleza consciente. El  niño, en el momento que decide no adherirse  al mundo que le propone ese padre  -la práctica con armas, los deportes  violentamente competitivos, el desprecio  de la sensibilidad como atributo femenino,  etc., está tomando una determinación  libre, y más aún,  revolucionaria, puesto que rechaza el rol de más fuerte, del  explotador.  Ahora bien, ese niño no podrá vislumbrar en cambio que la  civilización  occidental, aparte del mundo del padre, no le proporcionará otro  modelo  de conducta, en esos primeros años peligrosamente decisivos-de los 3  a  los 5 años sobre todo- que el de su madre. El mundo de la madre-la  ternura, la  tolerancia, las artes- le resultará mucho más atractivo,  sobretodo por la  ausencia de agresividad; pero el mundo de su madre, y aquí es  donde la  intuición del niño fallaría, es también  el de la sumisión, puesto que ella  forma pareja con un hombre autoritario,  el cual sólo concibe la unión conyugal  como una subordinación  de la mujer al hombre. En el caso de la niña que decide  no adherirse  al mundo de la madre, la actitud se debe en cambio a que rechaza  el rol de  la sometida, porque lo intuye humillante y antinatural, sin imaginar  que excluido  ese rol, la civilización occidental no le propondrá otro que  el  de opresor. Pero el acto de rebelión de esa niña y ese niño  resultaría una  muestra de valentía y dignidad indiscutible.

La doctora Taube se pregunta por otra parte, por qué este desenlace  no es  más corriente aún, siendo la pareja occidental, en general,  un exponente de  explotación. Aquí introduce dos elementos que  juegan como amortiguadores: el  primero se presentaría cuando en un hogar  la esposa es-por falta de educación,  de inteligencia, etc.-realmente  inferior al esposo, lo cual haría parecer mas  justificable la autoridad  incontestada de aquél; el segundo elemento estaría  constituido  por el tardío desarrollo de la inteligencia y sensibilidad del niño  o niña, lo cual no le permitiría captar la situación.  En esta observación está  implícito que si por el contrario  en un hogar el padre es muy primitivo y la  madre muy refinada pero sometida,  el niño muy sensible y precozmente  inteligente casi por fuerza elegirá el  modelo materno. Y respectivamente, la  niña lo rechazará por arbitrario.

En cuanto al interrogante de por qué en un mismo hogar se dan hijos   homosexuales y heterosexuales, la doctora Taube dice que en toda célula  social  se tiende al reparto de roles, y así resultaría que uno  de los hijos se haría  cargo del conflicto de los padres y dejaría  a los hermanos dentro de un cuadro  ya algo neutralizado.

Ahora bien la doctora Taube, después de valorizar el motor primero  de la  homosexualidad y señalar su característica de inconformismo  revolucionario,  observa que la ausencia de otros modelos de conducta - y en  esto coincide con  Altman y su tesis sobre lo poco común de la práctica  bisexual en razón de la  falta de modelos de conducta bisexual a la  vista - hace que el futuro  homosexual varón, por ejemplo, después  de rechazar los defectos del padre  represor, se sienta angustiado por la necesidad  de identificación con alguna  forma de conducta y "aprenda" a  ser sometido como su madre. El proceso de la  niña sería el mismo,  reniega de la explotación y por eso odia ser como su madre  sometida,  pero las presiones sociales hacen que poco a poco "aprenda" otro   rol, el de su padre represor.

Desde los 5 años hasta la adolescencia se produce en estos niños y  niñas  "diferentes" un oscilar de su bisexualidad original. Pero, por ejemplo,  la niña  "masculinizada" por su identificación con el padre, aunque se sienta atraída  sexualmente por un varón, no aceptará el rol de muñeca  pasiva que le impondrá  un varón convencional, se sentirá incómoda y  cultivará como único modo de  superar su angustia, un rol diferente que sólo  admitirá juego con mujeres; en  cuanto al niño "feminizado" por su  identificación con la madre, aunque se  sienta sexualmente atraído por una niña,  no aceptará el rol de asaltante  intrépido que le impondrá una hembra convencional,  se sentirá incómodo y  cultivará un rol diferente que sólo admitirá juego con hombres.

Anneli Taube interpreta así la actitud imitativa practicada hasta hace  poco  por los homosexuales en alto porcentaje, actitud imitativa ante todo de  los  defectos de la heterosexualidad. Era característica de los homosexuales  varones  el espíritu sumiso, conservador, amante a toda costa de la paz,  sobre todo a  coste de la perpetuación de su propia marginación,  mientras que era  característica de las mujeres homosexuales su espíritu  anárquico, violentamente  disconforme, aunque básicamente desorganizado.  Pero ambas actitudes resultaban  no deliberadas, sino compulsivas, impuestas  por un lento lavado cerebral en el  que intervenían los modelos de conducta  heterosexual burgueses, durante  infancia y adolescencia, y posteriormente,  al asumir la homosexualidad, los  modelos "burgueses" de homosexualidad.

Este prejuicio, u observación justa, sobre los homosexuales, hizo que  se los  marginara en movimientos de liberación de clases y en general  en toda acción  política. Es notorio la desconfianza de los países  socialistas por los  homosexuales. Mucho de esto - afortunadamente, acota la  doctora Taube -, empezó  a cambiar en la década de los sesenta,  con la irrupción del movimiento de  liberación femenina, ya que  el consiguiente enjuiciamiento de los roles "hombre  fuerte" y "mujer  débil" desprestigió ante los ojos de los marginados sexuales   esos modelos tan inalcanzables como tenazmente imitados.

La posterior formación de frentes de liberación homosexual sería una prueba  de ello



Referencia: Origen de la homosexualidad
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